Desde pequeño ha tenido claro que el humor era su mundo: “Yo tenía claro que tenía que ser cómico, a mí siempre me ha encantado ver reír a la gente, producir risas en cadena”. Desde entonces no ha parado de luchar para conseguirlo. Hoy en día puede decir que ha logrado alcanzar todos sus sueños, aunque admite que aún le queda alguno en el tintero, como el de “ser abuelo”.

Estamos hablando del gran humorista Manolo Royo o como muchos le conocen «Manolito». El cómico que saltó a la fama por sus interpretaciones en la cadena que fue su casa durante muchos años, TVE, y que ahora vuelve a sorprender al público contando sus días tontos en el Teatro Quevedo de Madrid.

Arropado por el carácter irónico que le caracteriza, y con la familiaridad de encontrarnos en el teatro que será su casa durante los próximos meses, Manolo Royo se sienta con Sabormadrid.es para compartir con nosotros una conversación distendida, en la que hablamos de su nueva obra, su carrera, cultura, e incluso de gastronomía.

Todo el mundo tiene días tontos, esos en los que te levantas y todo te sale del revés. A la larga esos días se pueden convertir en grandes anécdotas. Royo asegura que él “de los 365 días al año, al menos 50, 60 o incluso 70 son muy tontos”, y está dispuesto a hacerlos públicos en su nuevo espectáculo «Tengo el día tonto». Una interpretación original y divertida en la que además de días tontos, lo asistentes no dejarán de reír con el “Manólogo” que tiene preparado.

El público tiene un papel muy importante en esta obra, ya que además de espectador se convierte en protagonista de una parte de la actuación. Según nos explica Manolo Royo, los asistentes escriben allí mismo o por las redes sociales su día tonto, él selecciona los que más le gustan y durante su interpretación cuenta esas historias haciendo referencia a la persona que lo ha escrito y que ha sido invitada a ver el espectáculo, eso sí solo dice el nombre “sin localizador”.

Está claro que este gran humorista tiene un talento innato para la improvisación, sin embargo asegura que el espectáculo “está muy preparado y estudiado”. Aunque siempre surge alguna espontaneidad durante la obra como “acompañar a un espectador al servicio”.

Reírse de uno mismo, o más bien como dice Royo: “Parodiarse a uno mismo”, es muy satisfactorio, pero hay que tener en cuenta que “la risa es una reacción física ante un colapso conceptual y cada uno colapsamos con diferentes tipos de humor”. Lo importante es que para hacer humor “no hay que meterse, ni ofender a nadie”. Más ahora que están corriendo tiempos duros donde “la tristeza se contagia en la sociedad”.

El “cómico de todos” denomina esta obra como un “plato que llena mucho. Un menú completo con lo salado y el postre”. Seguro que se refiere a un buen cocido, ya que como nos confiesa, él es muy de cuchara: “Me gusta la comida casera y tradicional, de hecho voy a restaurantes tradicionales, para mí en cuanto a la gastronomía ya está todo inventado”. Y por supuesto, como no podía ser menos, dentro de la gastronomía se queda con el producto nacional, aunque asegura que  “la francesa, la colombiana y la chilena también son estupendas”.

Pero si algo le gusta de verdad y le divierte son los “salteados”. Así lo demuestra durante su interpretación en la que va pasando desde los monólogos hasta los bailes y cantos con una destreza indiscutible. Muestra su parte más auténtica, sacando a relucir en el escenario sus mejores facetas.

Como chef este “chico del Ebro” no habría llegado muy lejos, ya que se considera muy mal cocinero: “Solo hago barbacoas, pero que no me despiste nadie porque si no se me queman”. Pero como cómico ya se ha ganado el cielo. Donde no hay duda es en que todos estamos de acuerdo con el nombre que le pondría a su biografía: “Lo consiguió”.