La sal es uno de los elementos nutricionales más presentes en nuestra dieta y, sin embargo, suele ser uno de los que más desapercibido pasa. ¿De dónde viene? ¿Por qué su ingesta tiene que ser controlada?

La sal común está compuesta por cloro (Cl) y sodio (Na) y se conoce como cloruro sódico (NaCl), es utilizada desde la antigüedad para condimentar y conservar los alimentos. Es un nutriente esencial para el organismo aunque en exceso puede ser perjudicial.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda una ingesta máxima diaria de sal de 5 gramos para adultos, lo que equivale a una cucharadita de café llena de sal. El consumo en España es casi del doble con 9,8 gramos al día.

La sal se encuentra de forma natural en la mayoría de los alimentos. Llevando una dieta equilibrada, el sodio que contienen los alimentos sería suficiente para las necesidades de nuestro organismo, pero aun así, condimentamos siempre con sal nuestros platos. Es por esto que el exceso de sal en la dieta puede provocar un aumento de la presión arterial, así como un aumento de la retención de líquidos favoreciendo el sobrepeso y la obesidad.

Cuando por problemas de salud hay que disminuir el consumo de sal es importante tener en cuenta el etiquetado de los alimentos ya que la mayor parte del sodio que ingerimos se encuentra en los alimentos precocinados por la adición específica de sal o por la de aditivos que contienen sodio.

En el caso de las verduras y las legumbres en conserva se pueden lavar antes de consumir para eliminar el exceso de sal.

Cuando hay que prescindir casi totalmente del consumo de sal, esta puede ser sustituida por especias, hierbas aromáticas, ajo, cebolla, aceites de oliva aromatizados…