No suele ser frecuente visitar un restaurante y terminar la visita con la sensación de que la comida, los platos que se acaban de degustar, acaban pasando a un segundo plano. Visitar La Castafiore suele acabar con una sensación parecida. Y no porque no se coma bien, nada más alejado de la realidad, sino porque se trata de un restaurante distinto, que transmite magia desde el primer momento de traspasar su puerta.

La Castafiore nació un 5 de enero de 1996, con un claro objetivo. Entremezclar las sensaciones que provienen del paladar con la ópera y la zarzuela en directo. Para ello contaron desde el primer momento con jóvenes valores de la lírica, en cuyo bagaje profesional ya figuran conciertos en Londres, en Bruselas, en París o en Cannes.

¿Cuál es la fórmula del éxito de este restaurante durante los últimos 16 años? Principalmente la sorpresa. Cuando el cliente se sienta en su mesa difícilmente espera que los mismos camareros que están sirviendo las bebidas van a ser los mismos que, minutos después, van a cantar a escasos centímetros de su mesa el Nessun Dorma de Turandot, o la Habanera de Carmen.

Resulta realmente complicado explicar con palabras cómo los platos que se están degustando quedan intactos durante minutos mientras tiene lugar cada una de las actuaciones. Cómo los comensales, convertidos en improvisado público, se dejan envolver en la magia de un ambiente difícilmente igualable. Y cómo acaba participando en el espectáculo, uniéndose al final de la cena a los camareros-cantantes en el conocido Brindis de La Traviata.

Decía al principio que la comida, en este restaurante, pasa a un segundo plano. Sería injusto no reconocer el mérito de su cocina. Porque en La Castafiore sus platos alcanzan un nivel muy alto, contradiciendo desde el principio esa creencia extendida de que en un restaurante con espectáculo no se come bien. En nuestro caso, acompañados de José, su propietario, disfrutamos de una cena realmente sabrosa, bien preparada y presentada.

Un solo vistazo a la carta reafirma la variedad de propuestas, todas ellas muy apetecibles. Desde los medallones de foie en coulis de frambuesa al carpaccio de lomo de Kobe en vinagreta de lima, pasando por la sopa de perdiz con setas variadas y costrones de pan o la lubina en salsa de caviar y patatas al vapor, cualquiera de las opciones resultan igualmente atractivas.

Comenzamos nuestra degustación con una selección de entrantes compuestos por unas virutas de cecina con aceite arbequina “Le Villi” en su perfecto estado de curación; con una menestra de hongos y setas “Lady Macbeth de Mzensk” y con unos delicados Fiochetti rellenos de gorgonzola y pera con champiñones a la crema “Don Pascuale”, que alternaban el dulzor de la fruta, la potencia del queso y la cremosidad de la salsa en una proporción perfecta.

Ya en los platos principales, disfrutamos de un solomillo de añojo a la parrilla con foie de oca “Turandot” en su punto de preparación, realmente sabroso, y un delicado magret de pato en salsa abigarrada con naranjas y uvas “Les Huguenots”, bien preparado y con el aporte de sabor de la fruta, que realzaba el ya de por sí atractivo sabor del ave.

Entre actuación y actuación llegó el momento del postre, una mousse de dulce de leche “El Gato Montés” y un helado de menta con chocolate “La Revoltosa”, que degustamos en uno de los puntos álgidos de la visita. Camareros y comensales se unen en el Brindis de La Traviata en un momento en el que las notas del Aria de Verdi parecen situar al oyente en la Italia de mediados del siglo XIX.

La Castafiore, como decía anteriormente, no es un restaurante al uso. Por eso, una cena allí se aleja mucho de una experiencia al uso. Dejamos allí buenos amigos y muy buenos recuerdos de nuestra cena.

Restaurante La Castafiore
c/ Marqués de Monasterio, 5
Tfno: 91 319 42 21
Entre 30 y 40 euros