Parece que el calor nos ha querido dar una tregua, y sin comerlo ni beberlo  hemos apagado de nuevo los aires acondicionados para ver la lluvia tras la ventana. Con este tiempo vuelve la nostalgia hacia uno de los platos más típicos de nuestra gastronomía, estamos hablando del plato estrella de la capital, del rey de los platos: el cocido madrileño.

Este es un plato que no se salta un gato. Es uno de los manjares por excelencia que no entiende ni de casta y de clases, todos se merecen un buen cocido. Es difícil pensar en un domingo de invierno en casa de la abuela, sin que nos venga al olfato el olor de este guiso tan tradicional.

Y es que si en algo destacamos los madrileños es en poseer una tradición culinaria de calidad, con bocados muy marcados que plasman nuestra personalidad a la perfección. Esta comida es conocida por todos, en cambio hay muchos que no conocen todos los secretos del cocido madrileño.

A pesar de que hoy se haya convertido en uno de los más famosos de entre los platos madrileños y que se consuma en todo tipo de hogares, hay que saber que nació como un guiso humilde para las clases más bajas de la ciudad. Su realización a base de productos baratos era perfecto para las familias menos pudientes.

No fue tan fácil que la clase burguesa española aceptará el cocido entre sus comidas. Fue un proceso lento que se llevo a cabo a final del siglo XIX hasta mediado del siglo XX cuando comenzó a introducirse en los menús de los restaurantes y abandonando su lugar en tabernas y fisgones.

Ha sido capaz de saltar de la cazuela hasta letras de canciones muy populares. Una de las más importantes y conocidas es la versión de Manolo Escobar de «Cocidito Madrileño».  Estaba claro que un manjar como este se merecía ser protagonista de más de una canción.

La típica frase que se dice tras la ingesta de un buen cocido: «He comido como un Rey». No solo tiene que ver con la pesadez del plato, sino que tiene un sentido mucho más complejo. Tanto Carlos I como su hijo Felipe II eran devotos a este suculento manjar. Y esta tradición se fue heredando de generación en generación.