Como hacer de la necesidad virtud podría ser perfectamente el leitmotiv de muchos de los cocineros que trabajaron en Europa durante los años 40 y 50. “Las restricciones provocadas por la II Guerra Mundial hicieron que escaseara no sólo el azúcar, los huevos y el chocolate, sino la harina y la mantequilla”, nos cuentan desde Bendita Locura & Coffee Dreams “y eso provocó que se agudizara el ingenio hasta encontrar ingredientes alternativos o que se modificaran recetas para adaptarlas a las circunstancias”, añaden.

Un bizcocho incompleto y una tarta en la sartén

El crumble por ejemplo, es un postre muy típico de Reino Unido aunque sea relativamente moderno. Nació en los años 40 cuando la harina necesaria para preparar un bizcocho era desmesuradamente grande, pero en muchas granjas contaban con su propia mantequilla o manteca y una cierta reserva de azúcar. ‘Con un poco de harina, una pizca de mantequilla y un poco de azúcar sin refinar hacían una masa poco homogénea, que parecían migas de pan. Lo colocaban sobre fruta de temporada y lo horneaban’, nos explican. Nosotros en Bendita Locura lo servimos con un refrescante y delicado helado de violetas que es el contrapunto perfecto para la crujiente textura del crumble.

Otro de esos postres ‘inteligentes’ es la tarta de zanahoria. Para conocer su origen debemos retroceder hasta la edad media, cuando los edulcorantes eran un producto de lujo. En aquella época la zanahoria era el elemento perfecto para aportar dulzor a los postres ya que era una hortaliza tan abundante como barata. “Tras la Guerra, se recuperaron esas recetas antiguas y los bizcochos de zanahoria inundaron de nuevo el país. Desde allí pasaron a Estados Unidos, dónde le añadieron la crema de queso y los frutos secos y lo convirtieron en una de las tartas más solicitadas. Nosotros en Bendita  Locura lo tenemos como postre, pero también nos lo piden mucho por la mañana o como merienda porque está muy, muy rico”.

La tarta Tatin, todo un clásico de la gastronomía francesa, nació de la mano de las hermanas Tatin quienes regentaban un hotel en los años del Belle Epoque. Son muchas las leyendas alrededor de esta receta y no se sabe bien si por despiste o por necesidad, la colocación de los ingredientes quedó completamente alterada dejando el hojaldre abajo y la fruta arriba. “A pesar de todas las teorías al respecto, una de las que merece mayor credibilidad, es que a las hermanas se les estropeó el horno y tuvieron que hacer la tarta en la sartén, de ahí que el hojaldre se quedara debajo de modo que el calor le llegara adecuadamente. El resultado es un postre caliente, crujiente y elegante que combina a las mil maravillas con una buena nata muy fría, que es exactamente como lo servimos nosotros”.

El brownie es uno de esos bizcochos especiales nacidos de la casualidad y sobre el que hay incontables teorías. Una de ellas dice que a finales del siglo XIX, un chef estadounidense olvidó echarle levadura a un bizcocho de chocolate y como consecuencia creó un bollo denso y compacto con un intensísimo sabor a chocolate. Uno de los postres preferidos para los amantes del cacao. Si te lo sirven caliente y lo acompañas de helado de una bola de helado de vainilla tendrás una sobremesa perfecta.

Y por último, el postre más moderno y quizá el más controvertido: el coulant de chocolate. Su paternidad fue –y es- un constante tema de debate entre unos cuantos renombrados chefs franceses. Uno de ellos, Jean George Vongerichten, afirma que estaba horneando un pastel de chocolate pero le quedó crudo, no obstante se decidió a probarlo y fue cuando se dio cuenta de que el relleno líquido y caliente estaba espectacular y le daba un aspecto y una textura única al preparado. Sea o no así, el coulant es un postre maravilloso que, al igual que el brownie, tiene que comerse inevitablemente junto a un helado de vainilla.

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