De vender agua de una fuente ataviado con un burro a ser el dueño de una de las cadenas de restaurantes más grandes de España. ¿Qué hay entre esas dos escenas? El protagonista de esta historia, Ramón Mesas,  asegura de que se trata de trabajar con constancia, tesón y seriedad.

Pero, obviamente, algo más tiene que haber detrás. Añade entonces que nacer emprendedor. Desde luego, impresiona la magnitud del recinto en el que nos recibe, La pesquera de la Casa de Campo de Madrid, y aún así lo natural y cercano que se muestra.

Recién galardonado con la Medalla de Oro por su trayectoria empresarial por el Foro Europa 2001 asegura que de aquel entonces a la actualidad no hay ninguna diferencia: “No se me ha subido nada a la cabeza, si tuviera que hacerlo volvería a empezar mañana otra vez de camarero en Ibiza”.

Con la sencillez y franqueza que le caracterizan confiesa que a pesar de haber recibido muchos premios le sigue impresionando “ver esa sala llena con tantas personas y hablar ante ellos emociona”.  Eso sí, no todo son luces en el camino al éxito, y es que la esclavitud que exige la hostelería le ha llevado a sacrificar parte de su vida personal, en la que lamenta especialmente no haber podido dedicar más tiempo a sus hijos.

Sin embargo, como el claro ejemplo de hombre que se ha hecho a sí mismo, sigue luchado. En especial, y durante estos últimos años, contra la coyuntura económica a la que parece que, al menos de momento, va ganando la partida “a pesar de la crisis La Pesquera sigue creciendo”. Prueba de ello es que ha abierto tres nuevos negocios en estos tres últimos años, entre ellos el italiano Mamma Gina y el reciente Tragatapas.

Cualquiera se preguntaría: ¿Cuál puede ser el secreto para lograrlo? Cuando uno se dedica a la hostelería lo importante es mejorar día a día, el afán de superación. La clave, tanto en su caso como en los cambios que sufre actualmente el sector, la tiene clara: “Los nuevos empresarios hemos viajado, hemos visto y probado de todo”.

De este modo, y con 40 años experiencia acumulada a sus espaldas, erige su imperio de restaurantes en los que la carta está compuesta basándose en los gustos de esta “boquita de oro”, como él mismo se califica,  que antes de servir nada a sus comensales comprueba que cada plato sea adecuado.
 
Lo cierto es que sea como fuere a partir de una cocina que califica como “sobre todo sana, pero también amena y divertida basada en la dieta tradicional mediterránea” y aludiendo a su pasado vegetariano, ha conseguido trasladar el sabor del mar a la ciudad, hacer sentir al comensal en su propia casa, y sobre todo, hacer disfrutar al estomago con la gastronomía.