Los amantes de la gastronomía encuentran en Madrid una ciudad en la que perderse y disfrutar con los cinco sentidos. No solo por la multitud y variedad de restaurantes, sino también por la calidad de los mismos. Y con una gran ventaja, ya que en multitud de ocasiones no es necesario hacer un gran desembolso económico para disfrutar de un buen menú. Es el caso del Mirador de Castilla, que, situado en el barrio de Estrecho de la capital, ofrece interesantes menús de cocina castiza al alcance de todos los públicos.

Desde el primer momento, el comensal se ve imbuido del espíritu casero y familiar del restaurante. Que nadie espere un derroche de detalles de decoración moderna ni grandes detalles estéticos… que tampoco se echan de menos una vez que te sientas en una de sus mesas. Porque comer en el Mirador de Castilla no es excesivamente diferente de lo que podría suponer hacerlo en un mesón castellano, o en el salón de nuestra propia casa en muchos detalles.

Uno de los principales atractivos de este restaurante es, sin duda, la posibilidad de disfrutar -y digo bien, disfrutar- de un completo menú del día de cinco primeros y cinco segundos platos por apenas 10 euros. Si el precio parece modesto, desde luego no lo es ni la calidad ni la cantidad de las raciones, que permiten que incluso los estómagos más exigentes acaben saciados.

Soy afortunado. El menú del día incluye en esta ocasión una de las especialidades del día, y uno de los platos que cualquiera debería degustar en este restaurante. Hablo, cómo no, del cocido madrileño, completo y servido en puchero. Una ración de proporciones generosas llega a mi mesa inundando el ambiente de aromas que cualquiera asociaría a los fogones de nuestras abuelas. A mi alrededor veo raciones de callos con garbanzos, de pisto manchego, de huevos a la flamenca… Mi acompañante, sin embargo, se debate entre el conejo de monte servido en cazuela de barro y acompañado de patatas, o por el revuelto de setas, plato que finalmente llega a nuestro mantel. Lo pruebo, su aspecto lo merece… y su sabor también.

Mientras sigo disfrutando de las carnes y los garbanzos de mi cocido, llega el momento de los segundos platos. Observo a mi alrededor, y una humeante ración de rabo de toro guisado llega a la mesa de nuestros vecinos. Buena pinta… Mientras, uno de los agradables camareros deposita suavemente un plato de tigres de mejillón en la mesa. Hago un pequeño hueco en mi estómago para probarlos. Caseros, con una textura suave y realmente sabrosos, se convierten en una alternativa a explorar en próximas visitas. Al igual que los pescados –llama la atención la trucha- o el entrecot de buey… ¡qué difícil es elegir en determinadas ocasiones!

Llega el momento del postre. Y dos alternativas inundan nuestros paladares. Por un lado, la tarta de queso y, por otro, las torrijas “cojonudas”, como se las denomina en la carta. Probándolas entiendo el motivo, porque son deliciosas y más que recomendables, muy lejos de ese postre correoso, mal hecho y prescindible que, por desgracia, no es tan complicado encontrar incluso en temporada. Un gran final a una comida agradable en la que nos hemos sentido como parte de la familia de Goyo, el jefe de cocina.

Restaurante El Mirador de Castilla
Comida casera castiza

c/ Castilla, 15. Madrid
Tfno: 91 450 09 12
Precio: de 10 a 20 euros