Pepito de ternera, ese gran aliado de los madrileños, un bocado que ya se ha convertido en clásico para los gatos. Sabor, nostalgia, historia y gastronomía es lo que se encierra en este plato que ya es un imprescindible dentro del panorama culinario español. Seguro que todos han pronunciado su nombre alguna vez a gritos en el bar de la esquina, siempre lo acompañan las prisas y esas palabras de «hoy comemos cualquier cosa». Pero la verdad es que no es cualquier cosa, sino uno de los platos más importantes de la capital.

Pocos saben su procedencia y la historia que encierra el clásico Pepito de ternera. Este madrileñísimo bocado apareció en los felices años veinte en uno de los famosos cafés o templos de la tertulia que se repartían por la ciudad. Se trataba del Café de Fornos, de la calle Alcalá.

Una noche uno de los clientes, que cuenta la leyenda que era el hijo del dueño del establecimiento, cansado de cenar siempre el mismo bocadillo de fiambre decidió pedir un filete de ternera entre dos panes bien crujientes. Este cliente recibía el nombre de «Pepito». El resto de comensales absortos al ver la creación del joven, comenzaron a pedir bocadillos «como el de Pepito».

Poco a poco fue popularizándose, y el nombre se acortó a «Pepito de ternera». El Café de Fornos cerró sus puertas hace casi un siglo. En cambio, su plato estrella ha continuado más vivo que nunca. Echando un pulso con el famoso bocata de calamares, el pepito se coloca en la parte de arriba del ranking de las comidas madrileñas más populares.

Hoy en día se han ido creando diferentes fórmulas y variedades de este manjar. Pero lo más importante sigue siendo que el pan este bien tierno y el filete sin ternilla y jugoso. Si quieres probar un excelente pepito tienes que pasarte por el Palentino, un bar situado en la famosa calle del Pez de Madrid, que aún cuenta con la decoración de sus primero dueños y en el que sirven uno de los mejores pepitos de ternera de la capital.